Aunque parece que esté lejos de Jáen, la bacteria Xylella fastidiosa, antes estaba más, en Italia, por lo que habrá que estar atentos.
El sector agrícola balear está en estado de alerta. El Gobierno regional ha declarado todo el territorio de las islas afectado por la plaga de Xylella fastidiosa, una peligrosa bacteria que mata todo tipo de árboles frutales como olivos, cerezos, almendros, baladres y también plantas ornamentales. Por el momento, las autoridades han destruido unos 2.000 ejemplares de árboles frutales y han prohibido la exportación de material vegetal de las especies susceptibles de portar esta bacteria, que primero debilita y seca las hojas, después ataca las ramas y termina con la muerte del árbol.
Baleares ha sido declarada una zona de contención y la prioridad es evitar que la bacteria se extienda. En las islas hay más de 20.000 hectáreas de almendros, 10.000 de olivos y unas 2.000 de viña, extensiones mucho menores que en otras zonas de la Península que se dedican a la actividad agrícola como fuente económica principal. Pero algunos ejemplares tienen importancia también paisajística y las islas, por ejemplo, cuentas con ejemplares de olivos centenarios.
Los estragos de la bacteria Xylella fastidiosa en Italia
La bacteria actuó con dureza sobre los olivos de la provincia italiana de Lecce hace un año, provocando la muerte de más de un millón de ejemplares que tuvieron que ser arrancados para evitar el contagio. Una plaga conocida en Sudamérica y América del Norte que ataca muchas otras especies además del olivo. Vides, cerezos, baladres, acebuches y almendros, estos últimos especialmente afectados en las islas donde la mitad de muestras tomadas sobre esta especie ha dado positivo.
Las alarmas saltaron en octubre de 2016, cuando el laboratorio oficial de sanidad vegetal detectó un primer caso de Xylella fastidiosa en una muestra de cerezo extraída durante una inspección en un vivero de Porto Cristo, en la localidad mallorquina de Manacor. La Consejería aplicó entonces el protocolo de prevención establecido por la Unión Europea, que obliga a la destrucción de las especies con riesgo de contagio situadas en cien metros a la redonda de la unidad infectada y a la toma de muestras de los árboles ubicados en un radio de diez kilómetros. Se arrancaron más de 1.900 árboles.
A pesar de todo, el 12 de enero de este año se confirmaron tres nuevos casos en plantas ornamentales situadas en los jardines del Consejo insular de Ibiza y se detectaron nuevas infecciones en Inca y Algaida (Mallorca) hasta alcanzarse el centenar de positivos. Ante el riesgo que la bacteria supone para las plantaciones de las islas, el Gobierno balear ha decidido aplicar el protocolo de contención por el que sólo se destruirá el ejemplar afectado por la bacteria.
En palabras del jefe de servicio de Agricultura de la Consejería de Medio Ambiente, Andreu Joan, la activación en todas las islas del protocolo de erradicación de la Unión Europea “provocaría prácticamente la destrucción del sector primario”. El Gobierno regional está a la espera de que Europa autorice la eliminación sólo de los árboles afectados y no de todos los que están a su alrededor, una medida que en Italia el año pasado provocó la destrucción de más de un millón de olivos. Por el momento, se han frenado las exportaciones de material vegetal desde las islas para contener su expansión a la Península y la Guardia Civil controla con celo la llegada de árboles y plantas por vía marítima inmovilizando los ejemplares sospechosos de portar la plaga.
Un mosquito transmite la bacteria
Medidas que no tranquilizan del todo a la patronal agraria Asaja que pide actuaciones para combatir al mosquito que transmite la bacteria a los árboles. “No se me pasa por la cabeza una situación como la vivida en Italia, porque sería muy grave” dice su presidente Joan Simonet, quien considera que un programa de “eliminación masivo” de árboles sospechosos de padecer la plaga “sería peor que la propia infección por la bacteria”.
En las islas hay más de 20.000 hectáreas de almendros, 10.000 de olivos y unas 2.000 de viña, extensiones mucho menores que en otras zonas de la Península que se dedican a la actividad agrícola como fuente económica principal. A pesar de todo “no hay que dejar de lado las consecuencias paisajísticas” dice Simonet, que insiste en que la mayoría de los positivos se han dado en árboles viejos, donde la bacteria ataca con mayor ferocidad que en los especímenes jóvenes que son mucho más resistentes.
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